El último crooner.
Por: Víctor Manuel Borrás
Fotografías: Cortesía
Joe Bari. Así se daba a conocer cuando inició su carrera en 1946. En realidad, se llamaba Anthony Dominick Benedetto. “El que se enfrenta con sus adversarios”, “El que proviene de Dios” “Bendecido”. Y sí que lo hizo, sí que lo fue.
Su formación musical comenzó en el canto lírico, pero luego se inclinó más por el jazz, donde encontró su estilo, en los clubes de su natal Nueva York. Al haber pasado el lanzamiento del primer disco, Bob Hope, cantante que tenía un programa de radio desde 1938, lo descubrió cantando en el club Greenwich Village Inn, teloneando a Pearl Bailey. Hope lo invitó a abrir un programa, y le sugirió cambiar de nombre artístico, a lo cual accedió. Desde entonces, y para la eternidad, se le conoce como Tony Bennett. Casi su nombre real, pero abreviado, para que cupiera en las marquesinas.
Aquellos que podían considerarse sus adversarios de carrera, eran admiradores de él; y él, admirador de ellos. Y no sólo eso, eran sus amigos cercanos. Un triunfo que pocos pueden presumir en la vida, pero que sí pasa en el mundo de la música.
Unos de ellos se hacían llamar “The Rat Pack” (la pandilla de ratas) conformada, entre otros, por Dean Martin, Sammy Davis Jr., Peter Lawford, Joey Bishop y el gran Frank Sinatra. Obviamente, de vez en vez se involucraron otros famosos, o las estrellas femeninas del momento, incluyendo a Marilyn Monroe. Si bien, Tony también cayó en los excesos propios de una vida cualquiera, más los de una vida de artista, los pasó y resolvió más en solitario, al margen del Rat Pack.

Pero vámonos en orden. Nació el 3 de agosto de 1926 en Astoria, una colonia cosmopolita, influenciada por una de las más grandes comunidades griegas fuera de Grecia, enclavada en el Barrio de Queens, en Long Island, Nueva York. Ahí, empezó a interpretar canciones irlandesas que escuchaba de sus vecinos a la edad de 5 años y con ello ganaba algunas monedas. Era el menor de tres hermanos. Su padre, John Benedetto, era tendero y la pasó enfermo la mayor parte del tiempo, falleciendo cuando Tony tenía 10 años. Así, su madre, Anna Suraci, trabajó de costurera para sacar adelante a María, John Jr. y Anthony.
Al ir creciendo, tomó inspiración de músicos como Bing Crosby, Louis Armstrong y Jimmy Durante. Por 15 USD a la semana, comenzó a cantar en una taberna. A los 16 años, entró a trabajar como acomodador en el teatro Ditmars y luego se fue de mesero-cantante en otros dos clubes nocturnos. Los fines de semana se presentaba en otro club, en Nueva Jersey.
Se inscribió en la High School of Industrial Arts, de Manhattan. Allí aprendió también Artes Visuales. Desde entonces y a la par de su faceta de cantante, fue un prolífico pintor cuya firma fue siempre “Anthony Benedetto”. Ese nombre sí cabía en los lienzos. Sin embargo, Anthony quería convertirse en un cantante con futuro comercial. Eso tuvo que esperar un poco, pues se enlistó en el ejército, donde cumplió con tres años de servicio, asignado a Alemania. Allí cantó con bandas del ejército.

Tras este período, se dio de baja e ingresó a estudiar arte dramático, dicción y teoría musical en el American Theatre Wing, y empezó a cantar en clubes nocturnos ya con más visibilidad en 1946, con el nombre de Joe Bari. En 1949 fue cuando Bob Hope lo puso en los oídos de la gran audiencia radial, pero esta vez como Tony Bennett. A partir de aquí comenzó una carrera, sí con altibajos, pero no con interrupciones, que terminaría en 2021 con un par de conciertos únicos en el Radio City Hall, producido por CBS y en compañía de Lady Gaga.
Era 1950 y mientras hacía gira con Hope, había grabado un demo con la canción “Boulevard of Broken Dreams”, que le valió para que Columbia Records le contratara para una sesión. En ella grabó otras tres canciones además de regrabar la del demo. Para finales de abril, dicha canción se lanzó como sencillo y duró 10 semanas en el No. 1 de Billboard.
De ahí, se ligaron más éxitos que para 1954 incluían su firma, “Because of you” (que también fue la última que cantó al piano, apenas días antes de fallecer, según reportó su familia), “Cold, Cold Heart”, “Rags to Riches”, entre otras.
Hacia los 60 ‘s hubo un declive en su popularidad al evitar la insistencia de los directivos de Columbia para grabar material de corte más pop. “No me gusta insultar al público”, declararía años después sobre aquel momento, en referencia a que prefería mantenerse fiel a su estilo, que se basa en el Cancionero Americano, y con esto, a su público.
Para su salvación, en 1961, Ralph Sharon, su pianista desde hacía 5 años, le llevó una canción escrita por un par de amigos suyos, George Corry y Douglas Cross. Se trataba nada menos que de “I left my heart in San Francisco”. La grabó al cabo de unos meses y fue lanzada todavía ese mismo año, llegó al No. 19 de popularidad. Pero duró en total ¡149 semanas! en el Billboard 200, alcanzando hasta el No. 5.
Ahí, ya tenía su nombre hecho y su prestigio ganado. Pero en 1965, llegó la catapulta para convertirlo en leyenda: En una entrevista que Frank Sinatra concedió a la revista LIFE, declaró: “Para mí, Tony Bennett es el mejor cantante del negocio, el mejor exponente de una canción. Me emociona cuando le veo. Es el cantante que transmite lo que el compositor tiene en mente, y probablemente un poco más”. Nada más qué agregar.
Pero en lo personal, las cosas fueron en sentido opuesto. Para 1968 su matrimonio con Patricia Beech se perfilaba al naufragio, divorciándose en 1971 para casarse con Sandra Grant. Dejó Columbia, dejó los Estados Unidos y se fue a Londres para convertirse en presentador de televisión con su show “Tony Bennett From Talk of the Town” y fue contratado por Polygram.
Para finales de los 70, llegaron los problemas económicos, que, por lo general, no llegan solos, siendo causa y consecuencia de un círculo perpetuo. Su agenda sólo incluía presentaciones en Las Vegas, su matrimonio se había tornado complejo y su amada madre falleció en 1977. A este cocktail, llegó la cocaína, para darle la puntilla. El resultado fue una sobredosis, al haber ingerido una gran cantidad y haberse metido a dar un baño caliente, para relajarse de las presiones por una investigación sobre evasión de impuestos, en 1979. Sobrevivió porque su esposa Sandy llegó y al encontrarlo inconsciente en la tina, lo ingresó de inmediato al hospital. Tuvo una experiencia cercana a la muerte; con el túnel, la paz, y todo eso que se dice de esos eventos. “Fue un periodo tortuoso de sufrimiento”, declararía años después.
Jack Rollins había sido mánager de Lenny Bruce, un comediante que murió en 1966 por sobredosis de morfina. Poco tiempo después Rollins se hizo mánager de Bennett y en alguna plática le dijo, sobre la muerte del comediante, “que había pecado contra su talento con su adicción a las drogas”. Esta plática vino a la mente de Bennett cuando recobró la consciencia y la reveló en 2011 en una entrevista para CNN; “…esa frase cambió mi vida. Se me ha dado este don. Sé cantar e interpretar. Estoy pecando contra este don y pensé: ‘No voy a hacerlo más’, y simplemente dejé de hacerlo. Tuve que hacerlo, porque pensé que iba a perderlo todo.”
Y con esa sabiduría y una fortaleza insoslayables, salió a tiempo de esa oscuridad y se puso manos a la obra. Anthony Benedetto, se estaba enfrentando a su más grande adversario: Él mismo.

Llamó a Danny, su hijo mayor, para que fuera su representante. Danny lo llevó de regreso a Nueva York, lo reunió con su antiguo pianista, Ralph Sharon; volvió a Columbia, y en 1986 lanzó el álbum “The Art of Excellence”, al cual siguieron 17 álbumes más, que fáciles, no fueron.
Para 1989 hubo una caída fuerte en sus ventas, así que renunció a Columbia y a su carrera, renuncia que no fue aceptada. Donnie Ienner, presidente en ese momento de la disquera, le pidió a Tony que pensara algún concepto muy vendible. ¿Y cual fue? Voilá! Frank Sinatra.
“Perfectly Frank” ganó ese año el Grammy al álbum pop tradicional. Luego llegó “Steppin’ Out”, el homenaje a Fred Astaire, y de ahí, otra cascada de éxitos que ya no se detuvo.
En 1990 Tony Bennett fue la primera celebridad que aparecería en un episodio de Los Simpsons, y de ahí, sus grabaciones musicalizaron gran cantidad de series y películas, además de tener apariciones estelares en shows como Los Muppets o Pláza Sésamo.
Y con este chispazo de genialidad, se reinventó, llegó a nuevas y jóvenes audiencias. Es memorable ese momento en que para entregar uno de los premios MTV de 1991, aparece cotorreando con Anthony Kiedis y Flea, de los Red Hot Chilli Peppers, bromeando sobre el uso de ropa de etiqueta, y rapeando perfectamente la frase “Give it away, give it away, give it away now…” arrancando risas y una sonora ovación a los presentes (https://www.youtube.com/watch?v=IA79xTSyfRY). Con ese antecedente, hizo un Unplugged en 1994.
Para su cumpleaños 80, en 2006, lanzó “Duets: An American Classic”, con la participación de figuras como Paul McCartney, Elton John y Barbra Streisand.
Por su parte, en 2007, terminó su relación con Sandra Grant y se casó con quien fuera su esposa hasta el final de sus días, Susan Crow.

En 2011, se lanzó “Duets II”, en donde participaron figuras jóvenes como Michael Bublé, Sheryl Crow, K. D. Lang, Lady Gaga y Amy Winehouse.
Para variar, se hizo amigo -y consejero- de la mayoría de esos jóvenes talentos, pero en particular la relación tanto con Winehouse como con Gaga, fue más allá. Se hizo entrañable. La desafortunada partida de Winehouse truncó algo que pudo ser fantástico. Tanto como lo fue con Lady Gaga, quien siempre lo arropó con inmenso amor hasta el final, dándole la oportunidad de despedirse de su público por todo lo alto con el show “One Last Time: An Evening With Tony Bennett And Lady Gaga” producido por la CBS en el cumpleaños 95 de Tony, los días 3 y 5 de agosto de 2021. En este momento que estoy escribiendo, se está retransmitiendo ese programa, a manera de homenaje póstumo en un gesto por demás destacable de la empresa que fue su casa la mayor parte de su vida: Columbia Records y su firma CBS.

En 2016, llegó el diagnóstico que nadie quisiera: padecía Alzheimer. Pero eso no afectaba a su parte artística. Les recomiendo ver los episodios que hay al respecto, del programa 60 Minutes, de la CBS. Es increíble ver cómo pasa de un estado límbico a ser el gran Tony Bennett cuando se le llamaba a escena, aunque fuera en su casa. Esta situación llevó a que la pareja tomara una posición de activismo en favor de asociaciones y personas relacionadas con, o que padecen, este mal.
En los últimos años, su esposa compartía sus escenas de la vida diaria en redes sociales, ya fuera cocinando deliciosos platillos -incluyendo obligatoriamente las pastas italianas-, pintando algún cuadro, sentado en “su” banca de Central Park, o acompañado de su perrito “Happy”.

Finalmente, llegó el día en que su siempre optimista mirada y su hermosísima sonrisa, se apagaron. Fue al amanecer del viernes 21 de julio de 2023.
Le sobreviven: su esposa, sus 4 hijos –Danny, Daegal, Joanna y Antonia-, y 9 nietos.
“I’ve never worked a day in my life”, decía. Esto, amigas y amigos, es ser Bendecido.
Hasta siempre, Tony Bennett.