En Público
Pedro y el Lobo
Orquesta y coro de Fundación León
Por: Víctor Manuel Borrás (FB:lavozdelosclasicos)
Fotografías: Cortesía
Ir a conciertos siempre enriquece y no siempre tienen que ser los de los músicos expertos. Cuando vas a un concierto donde ves a niños y jóvenes de colonias marginadas ejercer sus talentos y habilidades aprendidas hay una felicidad incomparable.
Volví a un concierto de orquesta de Fundación León, esta vez presentaron Pedro y el Lobo, de Sergei Prokofiev. Han de saber que tocar a cualquier compositor ruso es difícil. Su musicalidad, como tantas otras cosas en la cultura y la vida cotidiana rusas, es diferente, pero funcional. El hecho de que sea diferente a lo que acostumbramos con la cultura occidental, es la dificultad en sí misma, así que desde ahí, ya tienen toda mi admiración. Además, lo hicieron bien y el formato enriqueció el ambiente.
La presentación la hicieron didáctica y escénica, para la fácil comprensión de todos los asistentes, que abarcaba desde los bebés de brazos hasta los abuelos. Así pues, tras la entrada del Mtro. Moisés Mata Piña, una talentosa pequeña que hizo de narradora, salió al escenario, con una capa roja de Caperucita, a explicarnos cómo los sonidos de los instrumentos representaban a los personajes, por ejemplo, las acciones de Pedro las interpretaban las cuerdas y las de un pajarito, las flautas. También estaban el lobo, un gato, un pato, unos cazadores y el abuelo de Pedro. Entonces, comenzó la obra propiamente dicha, la música y la escena. La narradora nos decía con mucha fluidez las acciones que ocurrirían, la orquesta lo tocaba y unos niños actores en ingeniosos y vistosos vestuarios representaban la acción, todo muy bien sincronizado.
Creo justo destacar el trabajo de los más pequeños que tal vez tendrían 7 años o menos, por lo difícil que puede resultar trabajar con infantes de esas edades: Pedro, la narradora y el pato, que nos robaron el corazón. Que los destaque no significa que demerito la actuación de los demás. A todos les felicito ampliamente.
Claro que se llevaron una sonora y muy bien ganada ovación. Al terminar la sinfonía, entró el coro para interpretar algunas rondas infantiles como Arroz con Leche o el Piojo y la Pulga, manteniendo viva la tradición infantil que tiende a desaparecer a manos de la ansiedad digital.
De ahí, voy a señalar que había un niño, a la orilla, y una niña al centro, ambos en la primera fila, que no sólo se sabían sus líneas, no sólo se sabían su coreografía, no sólo tenían claro qué estaban diciendo en cada palabra; tenían una chispa que obligaba a verlos disfrutar. Era imposible no sonreír con ellos. Eso, para mí, que canto en el Coro, es muy importante recordarlo, porque se trata de emocionar al público y ellos no nos dejaban opción. Quiero ser como ellos cuando sea grande.
Nos leemos pronto, En Público