En Público

Magnificat

Coro de Madrigalistas de Bellas Artes

Tal como su nombre Magnífico

Por: Víctor Manuel Borrás   (FB:lavozdelosclasicos) 

Fotografías: Naza PF

Tal vez por eso es que se llaman “Bellas Artes”. Porque hay otras que, siendo rigurosos, no son bellas, pero sí son artes. Lo son porque comunican emociones, pero no necesariamente bellas. Obras como ésta, van más allá de comunicar emociones bellas, exaltan el alma. Es una experiencia diferente a todo. Su belleza es indescriptible.

¡Qué belleza de la cantata “Jauchset Gott In allen Landen” (¡Aclamad a Dios todas las naciones!)! ¡Qué belleza la voz de la soprano! ¡Qué belleza de su chalina, que era el mismo vestuario de toda la sección femenil del coro, que lucía increíble! ¡Qué belleza de la trompeta, gloriosa y triunfal! ¡Qué belleza de la cantata “Wachet auf, ruft uns die Stimme” (Despertad, nos llama la voz)! ¡Qué belleza de las voces del coro y los solistas! ¡Qué belleza del clavecín y su sonido! ¡Qué belleza del sonido del violín, de todos los violines, del violoncello, de las violas, de todas las cuerdas, del oboe, vaya, de toda la orquesta! ¡Qué belleza del Magnificat! ¡Qué belleza, de la obra de Johann Sebastian Bach!

El Coro de Madrigalistas de Bellas Artes es una institución fundada hace más de 80 años, en los que ha permanecido ininterrumpidamente en actividad, en México y con algunas giras internacionales. No se confunda con el coro de la Ópera de Bellas Artes.

La idea de un coro “de madrigalistas” es justamente basar su repertorio en los madrigales, que es un género musical cuyas composiciones se basan en un texto lírico, también llamado madrigal, que versa sobre las emociones humanas o la naturaleza, principalmente. Claro está que con el tiempo, necesariamente se tiene que ir añadiendo más música al repertorio, así que, en este caso, ya no cantan sólo madrigales, sino toda clase de composiciones corales líricas.

Volviendo al concierto, la precisión nanométrica de la dirección del Maestro Carlos Aransay es evidente desde lo más fastuoso hasta lo más discreto, de principio a fin. Todo en tono, volumen y tiempo. Todo hermoso. Por eso nos arrancaron al público una ovación de más de 4 minutos que podía haberse extendido indefinidamente si no hubieran abandonado el escenario. Porque sí nos llevaron a ese lugar donde están los ángeles, a la paz, a la armonía, a la felicidad plena donde el espíritu goza.

Las obras fueron escritas en 1730, 1731 y 1723, en el orden que se cantaron. Vale recordar que, para entonces, la música sólo tenía un par de vertientes principales, algo distantes entre sí: o se hacía con rudimentarios instrumentos en las comunidades, o se hacía en las cortes de los nobles o de los religiosos con sofisticados instrumentos. Y sólo se escuchaba en un evento en vivo, así que esas contadas oportunidades tenían que ser bien aprovechadas tanto por el público, como por los instrumentistas y cantantes, y por supuesto, por los compositores.

A veces puede aburrir que los textos sean tan repetitivos, pero supongo que como la gente disponía de mucho tiempo, pues no había problema en extender las obras a base de la repetición; pero para que no quedaran tan aburridas, se llenaban de adornos exquisitos tanto instrumentales, como de coloratura vocal. Esas coloraturas son características del período barroco, al que pertenece la obra de Bach, y de una alta complejidad técnica.

Pueden verlo en las redes de TV4 Guanajuato en vivo. Les dejo aquí el link del programa, que muy atinadamente incluye el texto de la obra en el idioma original y su traducción al español.

Es increíble que con la riqueza que tiene nuestro idioma, más la que se pudiera tomar prestada a otros lenguajes, existen cosas para las que faltan las palabras. Este es uno de esos casos, porque no es algo que se escucha. Se tiene que sentir con todo el cuerpo, físico y energético.

Nos leemos pronto, En Público.

 

 

Deja un comentario