En Público

Barbaverde en Mineralis

Una opera para niños.

 

Por: Víctor Manuel Borrás   (FB:lavozdelosclasicos) 
Fotografías: Naza PF 

 

A mí siempre me entusiasma mucho ver niños en los eventos culturales, y para este evento había muchos, es decir, había muchas familias buscando acercar a sus hijos a la cultura.

 Era razonable, pues la obra que se presentaba, compuesta por  Ricardo Zohn-Muldoon, está dirigida al público infantil. La obra está catalogada como ópera de cámara, pero realmente integra también escenas largas de actuación y titiriteros, de tal suerte que la música -un quinteto de cuerdas más una guitarra-, acompaña muchas escenas, pero principalmente a la soprano, que en este caso fue la norteamericana Leah Brzyski, quien funge como narradora.

Leah Brzyski

 

La trama narra las peripecias de diversos personajes que ocurren en un mundo fantástico con seres peculiares, a donde llega una niña. En ese lugar hay un lago donde ocurren muchas de las acciones y hay seres que lo navegan. Barbaverde es uno de ellos, un pirata que en su infancia empezó a desarrollar una abundante barba que al paso del tiempo y la falta de limpieza empezó a alojar musgos y otros elementos que la colorean de verde. Un día, durmiendo a la sombra de un árbol, un huevo cayó en su barba, del que nació un perico, llamado Peperico, quien desarrolló afición a la jardinería hasta hacerse experto, así que le ayudaba a Barbaverde a arreglar su barba con diversas especies de flores exóticas, llevando esto al nivel de la obsesión. Es por esto, que se arriesgan a ingresar a una cueva, donde el tiempo corre geométricamente más rápido que fuera, a buscar una orquídea mágica rarísima. Para acudir dejan sin tapar la punta de un volcán, de tal manera que al tener un contratiempo en la incursión, cuando sale ya no están los amigos, pues han pasado miles de años, y además hubo una erupción que arrasó mucho de lo que conocía.

 

 Para mí, fue complejo seguir esta trama, por varios motivos. La música está compuesta en estilo contemporáneo, que se caracteriza por usar armonías y métricas poco convencionales. Esto provoca que parezca que los bloques de sonido no tienen relación entre sí, así que la música de la obra no parece ser una trama en sí misma -que es lo que ocurre con la mayoría de la música, sea una canción cualquiera, una ópera clásica o un concierto como Las Estaciones de Vivaldi-, sino que recuerda más a la música incidental de las películas. Ahora bien, la técnica de canto de la ópera se desarrolló para que una gran audiencia pudiera escuchar a un cantante en tiempos en que no había micrófonos, y es por ello que se acomodan de cierta forma el paladar, la lengua y los labios, lo cual altera la dicción de las palabras, particularmente de las vocales, y las hace un poco más difíciles de entender que cuando se habla. Así pues, dos detalles afectaron en este sentido; uno, la música de las cuerdas y la soprano compitieron en muchos momentos, y no es que la soprano no cantara bien, sino que al ser en un espacio reducido, todo el sonido se propaga con mucha facilidad, así que hubiera sido necesario que las cuerdas bajaran su volumen un poco. Por otra parte, la soprano tenía el acento de su idioma natal. Si pude comprender unas cinco o diez frases completamente hiladas, fue mucho.

 Yo me imagino que no he sido el único con esta sensación y que el escritor está enterado, porque al cabo de pocas escenas hay una donde entra un personaje a hacer la narración de la trama, de manera hablada.

 

 Esto no impidió que los niños estuvieran entretenidos, pues la escenografía creada por el caricaturista JIS (José Ignacio Solórzano), las voces simpáticas de los personajes y el grandísimo talento del actor que dio vida a Peperico, resultaron por demás cautivadores. De ahí, a que el público, particularmente los niños, comprendieran con claridad lo que ocurrió en escena, me parece que hay una distancia.

JIS (José Ignacio Solórzano)

Nos leemos pronto, En Público 

 

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