En Público
Descubriendo a Prokófiev
Con el ensamble Ludante Kune.
Por: Víctor Manuel Borrás (FB:lavozdelosclasicos) Fotografías: Naza PF
En esperanto, es “tocando juntos”. Eso significa Ludante Kune. Y vaya que lo hicieron, magistralmente. Lo cual no nos sorprende pues todos ellos forman parte de una de las orquestas más prestigiosas del país: la OSUG. La concurrencia en el Auditorio Mateo Herrera, que tan sólo estuvo a tres filas de completar el aforo, los despedimos con una gran y más que merecida ovación al final del evento.
Yo no sé por qué cuando pienso en música rusa, las imágenes que me vienen a la mente son oscuras, densas y portentosas. Por otra parte, no tengo en mi mente registro de haber escuchado previamente música de Serguéi Prokófiev. Nada más lejano a lo denso fue lo que escuché anoche.
Los instrumentos del ensamble dejaban saber que la música no llegaría a las notas más bajas del pentagrama en clave de Fa. Se trataba de dos violines, una viola, un violoncello y un clarinete, de tal suerte que las partes más lentas o densas del programa remiten a la nostalgia o la melancolía; al recuerdo de algún momento feliz, o no tanto; al anhelo que se cumple; pero no a lo doloroso o trágico.
La mayor parte de la música llevaba a mi imaginación a escenas campiranas de días soleados que se podían nublar por unos minutos para luego volver al sol resplandeciente, con las mariposas y las aves revoloteando; los animales retozando y tal vez alguna mujer con pañuelo en la cabeza que ordeña una vaca y luego se mete a hornear algunos panqués; mientras recuerda momentos pasados con su esposo en una juventud adulta ya distante. Estas escenas se me repitieron en todo el concierto.
No se los he dicho, pero suelo no leer ni informarme sobre lo que voy a presenciar, para dejarme sorprender por la obra. Mi pensamiento es que, si he vivido cuarenta y tantos años en la ignorancia de la obra, pues qué más da que pase un día más. Entonces, no sabía el programa en el momento que estaba ocurriendo. Y cuando comenzó lo que pensé fue que tenía muchas reminiscencias de la música barroca y clásica, de tal suerte que para un oído poco entrenado como el mío, podría fácilmente pasar por una composición de Vivaldi o Mozart. Esos pensamientos me estuvieron dando vueltas mientras disfrutaba de la primera parte del programa. Resulta que sí, la primera obra era de Prokófiev que me parece que logró perfectamente su objetivo al haber compuesto en pleno siglo XX una obra con todo el estilo del clasicismo. Se trató de la “Sinfonía clásica” (Sinfonía 1 en Re mayor) Op. 25, compuesta en 1917 y estrenada en abril de 1918. La segunda obra sí era de Mozart. Inconfundible. Era el Quinteto para clarinete y cuarteto de cuerdas K 581.
Después del intermedio vino otra obra y en esa, pude distinguir un pasaje que me recordaba mucho las partes más distintivas de las famosas Danzas Húngaras de Johannes Brahms. Es porque sí era una obra de Brahms, era el Quinteto para clarinete y cuarteto de cuerdas Op. 115.
Fue un programa muy afortunado y homogéneo. El estilo de las tres obras es jovial, dinámico, alegre, natural. Sin brincos de octavas o sextas extrañas, sino de escalas ascendentes y descendentes por segundas o terceras en su mayoría, es decir, de un tono o dos cuando mucho, bastante amigables al oído. Además son obras abundantes en pasajes tocados en pizzicato y staccato, formas de articulación de las notas de las que soy un fanático irracional, porque me parece que le dan picardía a dichos pasajes. Para quien no lo tenga claro, esa articulación musical es la que se usaría para acompañar sonoramente la imagen de un personaje que corre a hurtadillas escondiéndose de otro que le busca.
En fin, fue un concierto muy agradable para una noche de jueves de julio. Creo que los siguientes se van a llenar. ¡Ya veremos!.
¡Ah!, por cierto, qué bonito el vestido de la violinista. Era tornasol, dando tonos azules y morados, estos últimos, armonizando con el arreglo floral que les acompañaba.
Nos leemos pronto… En Público.
Integrantes del ensamble Ludante Kune:
Hugo Manzanilla – Clarinete
Pedro Zayas – Violín primero
Yessica Melgar – Violín segundo
Augusto Mirón – Viola
Omar Sánchez – Chelo