En Público
Orlando
La ópera según Händel, de estreno en México.
Por: Víctor Manuel Borrás (FB:lavozdelosclasicos) Fotografías: Naza PF
Comencemos por el principio: Handel, Haendel y Händel son la misma persona. Nació en lo que hoy es Alemania en 1685 y fue registrado como George Friedrich Händel (que se pronuncia hɛn.dəl/). Tiempo después se fue a vivir a Inglaterra y allá firmaba como “Handel”, supongo que procurando evitar el antisemitismo. Falleció en Londres en 1759.
Händel escribió más de 40 óperas. Su tiempo de vida se enmarca en el periodo del arte barroco (1600-1750), fue el último que se incluyó en ese periodo. Una característica distintiva de esta música es el extenso uso de la coloratura. La coloratura es este ejercicio en el que una letra de una palabra o una palabra completa se pasea a discreción del compositor, por todas las notas del pentagrama, por tanto tiempo como guste el compositor. Un ejemplo es que si el texto dice “coloratura” al cantarla se dirá “coloratuhuhuhuhuhuhuhuhuhura” paseando ascendente y descendentemente por todas las notas de una octava y media. Y la frase tiene que salir con una respiración, o dos, si es brutalmente larga.
Hasta aquí los antecedentes artísticos, ahora vamos con los históricos. La gente viajaba en caballo, usaba carretas, se alumbraba con fuego y vivía de actividades primarias como la agrícola, la textil, la ganadera, la minería, etc. La medicina apenas estaba experimentando con las inyecciones intravenosas, cientos de enfermedades no se conocían (y se les achacaban a espíritus y hechiceros), y apenas se habían descubierto las válvulas del corazón. Se usaban perfumes; no era común bañarse y cuando ocurría comenzaba el jefe de familia y se terminaba con los bebés, usando la misma agua. En el mejor de los casos se usaban letrinas y el sanitario con un sifón apenas se iba a inventar. Vivían con otro ritmo que hoy no conocemos, mucho menos apresurado y escasamente higiénico.
Sabiendo lo anterior, vamos con Orlando, una de las 40 óperas de Handel. Es una clásica historia de amor y desamor: Orlando es guerrero y héroe del ejército de Carlomagno; enamorado de Angélica, Princesa de Catay (hoy parte de China). Pero Angélica se enamora de Medoro, un príncipe Africano, que también tiene enamorada a Dorinda, una pastora, que no tiene tanta correspondencia del príncipe. Al ser rechazado Orlando por Angélica, Orlando se venga de ella y de Medoro. Como es de esperarse, Dorinda resulta ser víctima colateral, al perder al ser del que está enamorada. De principio a fin de la trama hay intervenciones puntuales de Zoroastro, un mago que por medio de hechizos y conjuros asiste e invita a la razón para equilibrar el frecuente desborde de las emociones de los personajes.
Como espectador, esta puesta me resultó desafiante. Primero, porque iba muy cansado; mis días han sido pesadísimos estas semanas. Segundo, porque es extraordinariamente (y en parámetros de la época moderna, innecesariamente) larga, dura tres horas (que en parámetros modernos podría ser una, contando la historia íntegra). ¿Cómo se alarga tanto? Con las coloraturas y con la duplicación del aria. Es decir, cada una de las intervenciones, con su texto y música se repite dos veces.
Actualmente pasa lo mismo en una canción de 3 minutos: hay una estrofa o dos, un estribillo y se repiten las estrofas y ahí termina la canción; es algo muy común. Pero en Orlando, en vez de 3 minutos, las arias duran 10. Tercero, porque la actualizaron. Como les he comentado, prefiero no informarme sobre lo que voy a ver; prefiero descubrirlo todo desde 0, pero al no tener el contexto original, no entendí la actualización. Zoroastro era un médico que aconsejaba a Orlando, a quien yo entendí como un “enfermo de amor”, sobre lo que debía hacer o no, procurando que razonará antes que sentir. También logré entender el triángulo (o cuadrado) amoroso, sin comprender que se trataba de príncipes y princesas. Dorinda me pareció que era como una enfermera, pero luego, en un juego que merece una especial mención, a su vestuario -que parecía traer un mandil- en un par de maniobras le aparecieron solapas, quedando muy elegante. Entonces no me quedó claro por qué la transformación. Al final volvió el aparente mandil.
Como me resultaba difícil seguir el hilo de la trama, me enfoqué en la música, de la cual sí que soy muy fanático. El barroco es de una belleza eminente y Orlando tiene unas gemas magníficas. Les recomiendo mucho disfrutar a todo volumen las arias
“Non potrà” (https://www.youtube.com/watch?v=VW6ymz9h1Eo),
“Fammi combattere” (https://www.youtube.com/watch?v=RFy6DG3MoYg)
y el terzetto “Consolati, o bella” (https://www.youtube.com/watch?v=lzKnIi5pjy4)
que me resultaron erizantes, como pocas cosas en la vida. Claro, no sentirán lo que en vivo puede sentirse, pero pueden darse una muy buena idea de la belleza de la obra.
Poniéndome muy quisquilloso, hubo algunas partecitas -especialmente pasó en las coloraturas- que se sentía un desfase breve entre el ritmo del personaje y de la orquesta. Lo cual, es peccata minuta, a sabiendas de que la coloratura en el canto lírico es la cosa más difícil que hay y que la orquesta no es una sinfónica, porque no existían en 1733, sino una de cámara, mucho más pequeña y menos sonora. Eso aunado a lo enorme que resulta el Teatro del Bicentenario en comparación con los de 1700, pues el rebote del sonido no es igual y es muy fácil que suceda esto.
Hubo un bailarín en escena que también merece reconocimiento, pues hizo tres personajes y estuvo casi todo el tiempo en escena. Eso debió ser agotador.
Por estas complicaciones y lo decorosamente que se resolvieron, además del esfuerzo de cantar por tres horas con cuatro personajes, es que extiendo mi más sincera felicitación al elenco y la orquesta, pues no es música fácil.
Tal vez sea por eso que esta obra compuesta y estrenada en 1733 en Londres se estrenó apenas en México en esta gira, que incluyó a León, pero que comenzó en Guadalajara el pasado 8 de diciembre. Gracias a la Compañía, y al Teatro del Bicentenario RPS, por traernos este nivel de arte, de 300 años de antigüedad.
Nos leemos pronto, En Público.